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Basílica Nuestra Señora de la Consolación de Táriba


La Imagen
El año de 1547 viene señalado por los historiadores como el año de la entrada de Táriba en la historia, y aquel de 1565 como el año en el cual fue constituida como Centro de Encomenderos.

Los frailes agustinos que habían establecido su centro de misión en la Villa de San Cristóbal, decidieron cruzar el río Torbes, y en el año 1570, hace… años, llegaron a Táriba, y traían consigo una tabla donde estaba pintada una imagen de la Santísima Virgen María; lograron construir una ermita para la catequesis y la celebración de los sacramentos, y en ella colocaron la sagrada imagen.

A causa de los diferentes conflictos y enfrentamientos propios del tiempo, los misioneros se vieron en la obligación de regresar a la Villa de San Cristóbal. Una India piadosa logró recoger la imagen de la Virgen y conservarla, sin embargo a lo largo del tiempo la imagen  fue perdiendo color hasta que la tabla fue arrinconada.

El Jefe encomendero de Táriba era Alonso Alvarez de Zamora. Un día se estaba llevando a cabo un juego de bolas criollas en casa del Encomendero, y ante la necesidad de algo para cubrir un boquete en la cancha, dieron con una tabla en el granero, y cuando buscaron ajustaría a la medida, la tabla resultó muy resistente y ante los golpes emitía sonidos como de tambor. La esposa de Zamora, atraída por el sonido, se acercó, vio lo que estaban haciendo e hizo saber que dicha tabla había contenido una imagen de la Virgen; la tomó y la colocó de nuevo en el granero. Al poco tiempo, unas dos o tres horas después, notaron que el granero ardía como en llamas, y al acudir a él y entrar, observaron que un inmenso resplandor brotaba de la tabla y en la tabla aparecía muy bien delineada una imagen con vivos colores. ¡Era la Virgen!, y además, su cara había tomado forma de la mujer indígena de la comarca del Torbes.

Las crónicas dan como fecha de la renovación milagrosa, el 15 de agosto de 1600, hace… años. Y desde esa fecha hasta nuestros días, la Imagen de la Virgen sorprendentemente conserva sus colores originales, y cada 15 de agosto el pueblo y sus sacerdotes se congregan para celebrar la Virgen que por más de cuatro siglos ha alumbrado la historia. En efecto, Ella fue común punto de referencia para los indios, los encomenderos y los misioneros, como lo sigue siendo aún hoy para todos los Tachirenses, a Ella la llamamos María del Táchira: la más bella flor de Los Andes venezolanos.




 
ORACIÓN 
Oh! Virgen Santísima de La Consolación, 
que tu maternal bendición esté sobre nosotros, 
en el día, en la noche, en el trabajo, en el descanso, 
en la salud, en la enfermedad, 
en la vida, en la muerte, en el tiempo y en la eternidad.

Santísima Virgen María, madre y abogada nuestra, 
no permitas que te ofendamos en este día 
y para eso danos tu santa bendición. 
En el nombre del Padre,

y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.

Virgen de la Consolación,
ayúdanos a perseverar en nuestra santa religión,
y danos muchos y santos sacerdotes,
para que el reino de tu divino Hijo
perdure entre nosotros. Así sea



La Basílica vista desde la plaza Bolívar


Basílica de Táriba en los años 50 antes de su remodelación.


Nave Central




Nave Lateral Izquierda


Nave Lateral Derecha


Altar y Presbiterio


Capilla del Santísimo


Retablo de San José








VITRALES




































Vista de la Calle 3 con Carrera 5 desde la torre de la Basílica


Vista de la Plaza Bolívar desde la torre de la Basílica


Boulevard de la Consolación






Restos del Altar Mayor 1914








ESCUDO DE ARMAS DE LA BASÍLICA 
En la parte superior, en campo de azur, tres montes que simbolizan Los Andes. En jefe una estrella de seis puntas stella Matutina, alivio al amanecer de lo que sufren en representación de la Santísima Virgen.  Abajo, en campo de sinople, aguas representando el Río Torbes. Acolados por detrás un tintinábulo de oro, símbolo de Basílica, y en representación de los indios Táriba, un arco y dos Flechas. La corona de Reina, por la coronación canónica. El lema “Quae consolatur nos”. La que nos consuela.


Decretado por Monseñor Fernández Feo el 3 de junio de 1961





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